Falta un día para verte y mi cuerpo lo sabe.
Tus mensajes previos van aleccionándome sobre lo que esperás de mi en otro encuentro más. Tus llamadas dosifican ese poco de ternura que intentas no demostrar y que logra ponerme nerviosa, con ese otro poco de interés en tus preguntas mientras te reís de mis respuestas. Luego, serán otros los detalles que incrementen mi deseo haciendo que se extienda hasta el infinitum posible… no te vayas, seguí haciéndome tuya, dejáme trepar sobre vos una vez más, no te vayas, haré lo que me pidas…
Creo que quiero decirte lo que me está pasando con vos. Creo que quiero salir del clóset y expresarte que sueño con vos, que duermo pensando en vos, que despierto pensando en vos, que me masturbo pensando en vos mientras repaso todo lo que nos hacemos y todo lo que nos decimos sin que pueda alcanzar la nota orgásmica de antes, porque desde que te conozco lo único que necesito para llegar es tu cuerpo. Creo que quiero confesarte que sonrío al ver tu nombre en mi cel cada semana. Creo que quiero revelar que esa primera vez que te vi tras la puerta, sonreíste al percibir que te estaba observando a través de la redondez del ojo mágico, y un escalofrío me atravesó cuando tu mirada se posó agrandada en frente de mis ojos. Esa vez, mientras nuestros cuerpos se frotaban me dijiste al oído que pasáramos la noche juntos, y fuera de mí y sin dudar, me quedé con vos, enfrascándonos la noche entera en conocernos de todas las maneras posibles y sin saber porqué.
Esa noche me convertiste en tu Torre Eiffel sobre vos, la torre que te cabalgaría como el Sena que sos, con tu torrente explotándome por dentro y hace que la torre se eleve con mi balanceo una y otra vez. Esa noche instauraste la posición que sería el inicio de cada encuentro siguiente, te echaría hacia atrás precipitada y treparía golosa sobre vos en mi movimiento de arriba abajo, chocando mis nalgas con tus muslos haciendo un ruidito seco, cual danza del vientre sobre vos que hacen que mis oscuras tetas reboten desorganizadas por los lados, mientras gemís de gozo, seguí mi amor, quiero más, no me dejes, seguí en mí…y tu verga actuando dentro mío, tus uñas lastimando mis caderas, mi cuerpo expuesto absoluto a tu mirada, que bien lo hacés, sos mía, te voy a llenar siempre…, y voy cerrando mis ojos esperando tu explotar largo y tibio dentro mío, presionándote despacio con los músculos de mi vagina, demostrándote la necesidad que tengo de estar con vos… dámelo todo, lleváme, quiero más de esto con vos, me tenés…
Nunca podré decir que te reconocí entre mil, más bien diré que hacía falta conocer a mil para saber que mi relación con vos me anclaría en un sentimiento cuya naturaleza y perennidad no se compararía con otra. Te llevo conmigo desde siempre, siempre y para siempre. Te llevo como la memoria de la vez que me regalaste el caleidoscopio blanquiazul, al primer vistazo todas esas figuras de colores me parecieron banales, un juego de espejos mostrando diferentes simetrías de elementos dispersos, pero después, observando los detalles con un movimiento manual hacia la luz, gracias a las leyes ópticas y a una mirada entrenada, atrapé los colores de tu sonrisa en tu cara, y así, mientras el instrumento gira, una forma maravilla más que otra, hasta encontrar la que se quede grabada y no queremos perder, así a mí, después de varias visiones de hombres diferentes, mientras aguzaba el ojo que me revelara un asombro inusitado, así mis ojos, sabrían ver en mi camino a aquel que me conmovería como ningún otro.
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