Me deslizo suavemente sobre tu torso. Tibio y claro bajo el mío, me invita a explorar tu zona de elevación. Aquí estoy, te digo con mi cuerpo, in puris naturalibus. La sensación de tu miembro empujándose en mi piel me sobrecoge, quiero que llegue el momento en que se hinche en mi garganta. Me acerco, lo huelo, lo recorro de abajo a arriba con la punta de mi lengua, lentamente, saboreo su dulzor mientras mis cabellos caen sobre él, y sigo con mi investigación sobre tus pliegues, recorriendo con mi mano húmeda, mojada de mi lengua rosa.
Vuelvo a tomarte con mi boca: crece, crece. Tu tamaño y solidez me atraganta. Abro mis ojos, te busco: tu mirada brilla por mí, tus labios babean por mí. Sigo sorbiendo de ti, incentivando el ritmo circular de mi lengua, cubriendo ese ser que me pertenece con todos los lados de mi larga lengua.
Escucho tu jadeo, son como aplausos para mí. Gimes más, te agitas como un perro, tiritas. Te desplomas en mí boca, yo prosigo con más ímpetu, tus piernas se sacuden. Sorbo ruidosamente lo último que sale de tí, lo retengo en mi boca unos segundos, siento su espesor, me lo trago dichosa. Me recuesto a tu lado observando el descenso. Fuiste mío otra vez.
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