Unos lametones suaves pretendían despertarla de su siesta, ella dormía escondida entre las mantas. Sintió un cosquilleo abajo, entre sus piernas semi abiertas. Era el frote lento de una lengua dulce. Entre una maraña de pelo asomó su punto preciso, comenzó a disfrutar del cálido masaje y se desperezó. Entreabrió los ojos y notó que anochecía. Todos los nervios de su centro se calentaron de inmediato y ella sonrío abriéndose un poco más. Creció hasta aumentar cinco veces su tamaño. Ella se rindió. Y cuando su clítoris no pudo más, estalló una marea que inundó a la emprendedora lengua hasta chorrearla de placer. El solsticio con su noche más larga del año empezaba.
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