A veces, hay momentos en los que cuando lo que tiene que suceder no sucede, no queda otra que tomar una decisión y luego actuar. Eso para los tímidos es casi nefasto, los pone en la disyuntiva entre el valor y la cobardía, o para los que creen conocer la felicidad sólo mirando por la ventana viendo como las cosas que pasan son las mismas para todos, requiere de una reflexión casi eterna, con poca o ninguna acción. Por eso, cuando aparece alguien que te implica en algo que ni imaginaste, algo que ni pensaste podría suceder, y este alguien ejecuta un movimiento inesperado, de pronto te infunde una energía que hasta entonces te era desconocida.
Así estaba pues, mirando por mi ventana la cotidianidad del placer: uno que viene, uno que va, otro que vuelve, el saludo de siempre, un regalo aquí, un beso, una sonrisa, una risa loca allá, los infaltables disparos de leche de nieve, desnudeces que se olvidan al cerrar la puerta, juegos aprendidos, historias memorables escritas en mi libreta antiamnesia. Y así iba yo adquiriendo la consciencia y la madurez de este trabajo, acostumbrándome al conjunto finito de lo predecible, hasta que entonces, un día, casi cerca del mediodía, recién salida de la ducha, en ese oportuno momento en el que estoy inmersa en mi quehacer estético untando de crema cada rincón de mi curvo cuerpo, suena el ring tone de mi celular, I´m bulletproof, nothing to lose, fire away fire away, ricochet, you take your aim, fire away fire away, you shoot me down, but I won´t fall, I´m titaaaaniummm… dudo si contestar, mis dedos resbalosos no están disponibles. Contesto. Así llegan los acontecimientos a la vida, de una manera que nunca imaginamos y cuando menos te lo esperas. Al principio, ni siquiera te das cuenta que la cosa tiene que ver contigo, que ese acontecimiento te está destinado. Respondo con mi voz argenta, áspera, haciendo maniobras con cabeza y cuello para que el celular no escape, una voz seca al otro lado, dando directrices precisas, encuentro convenido. La vida sigue sin más, sin pensar que ese acercamiento cambiaría el rumbo de lo imaginado. Y, como todos los momentos más significativos de la vida de una persona traen música de fondo, casi como en el cine, o porque la música viene de quien sabe donde o porque extrañamente sientes que te brota de un interior al que antes no le habías hecho puto caso, en ese momento de risa, charla y seducción, nos deslizamos de un salto a bailar con alegría juntos, So why don´t we go somewhere only we know, yo bailo lento frente un espejo, And if you have a minute, why don’t we go, desnudándome mientras contorneo mi espalda a su pecho, Talk about it somewhere only we know?, él observando por encima de mi hombro, This could be the end of everything, me hace girar para mirarme a los ojos, So why don’t we go? So why don’t we go?, y fue ese el momento, la mirada, la gran señal para participar en lo que sería el movimiento más arrebatado, el momento aquel que haría que Mark se metiera en mí, en mi vida, en cada espacio de mi ser, para perdernos y no volver a tener paz nunca más.
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