Está bien, lo reconozco, no dejo de pensar en vos.
Mi mente tramposa me traslada en contra de mi voluntad a tu recuerdo incesante, ese que semana a semana vas grabando en mi cuerpo desde la primera vez que nos vimos.
Mañana te volveré a ver y sé que antes de abrir la puerta, te observaré a través de ese minúsculo y mágico espacio circular y vos me regalarás esa sonrisa exageradamente diabólica sólo para hacerme sonreír y entender cuán feliz me hacés, entonces de un sólo salto entrarás a mi espacio y te apoderarás de mí.
Mañana sentiré como si me hubiera enamorado de vos y te daré todo lo que me pidas, extendiendo ese momento que vivimos como unos necios, como dos amantes ilusos y confundidos entre la cabeza y el cuerpo que no saben como llevar esta sensación a algo más duradero. Mañana a besos y mordidas me despojarás de todo lo que llevo encima, me lanzarás a la cama y te observaré desnudarte lentamente frente a mí y te admiraré con locura hasta lentamente alcanzar tu miembro y deslizar anhelante mi boca para ahogarme con tu volumen completo dentro de mi cavidad, mientras mi lengua enloquecida circunda tu punta y voy llenándome de vos.
-Ahora te voy a dar vuelta y te abriré para chupar lo que es mío– dirás enajenado. Te apoderarás de cada rincón, mordisquearás cada línea curva de mí, sumergirás tu cara, tu cabeza entera en cada espacio, preparando el momento en que empalarás hasta atravesarme y hacerme doler dulcemente, otra vez. No me resistiré, no diré despacio, amor, sino que rogaré, rogaré con vehemencia que me penetres, invádeme, traspasase y ya no salgas más, giraré y clavaré mis dedos en tu espalda como si con eso pudiera retenerte para toda la vida, sentiré tu erección latiendo sobre mi vientre mientras saboreás el dulce lechoso floreciendo de mis pechos.
Mañana al instalarte en mí, lo harás sin dudar ni avisar, sin dirección manual invadirás mi centro como un imán atraído por esa fuerza tan inexplicable como la mañana en la que te conocí. Aquella primera vez inigualable en la que apareciste para alterarme con esa secuencia de momentos en la que el resultado final no pudo evitar que me estremezca. Fue tu voz, tu risa, tu juego mental de ajedrecista desafiante, y no, no lo pude evitar, mi espalda no dejó de curvarse hacia atrás mientras te recibía y te hacía mío para siempre. Así, sin prisa, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si ese par de horas fuera infinito y lo único que importaba que existiera. –No te muevas– te dije, aferrándome a ti con los dedos transformándose en garras. Te quedaste quieto sobre mí, mirándome a los ojos, mientras con toda la potencia centrífuga de mi ser me apoderaba de ti, sintiendo tu peso, tu cuerpo inmóvil perdiendo equilibrio sobre mí por todo el placer que te doy con mi enloquecido meneo, sintiéndote gemir como una bestia sobre mi cuello, encarcelándote entre mis piernas para moverme rápido-fuerte-circular, y más rápido-fuerte-circular hasta hacerlo más certero segundo a segundo y constatar que estás cada vez más en ti, a punto de arremeterme. Nos volvemos a mirar y supe que haría lo que fuera para que no puedas vivir sin mí, ese instante perfecto en el que te erguís por un segundo, para hundirte al otro y llenarme por dentro, inundándome por completo para encontrarnos en ese espacio desconocido que no sabemos bien como ocurre y nos acerca por completo.
Mañana pedíme lo que quieras, lo tendrás. Mañana al verte sentiré como si antes de vos nada hubiera existido. No recordaré lo que cené, ni cómo usaba el cobertor, ni lo que compré hace unas horas, no recordaré nada de nada porque nada existe, solo vos. Porque eras vos lo que yo quería ver desde mucho antes. Porque antes de vos yo no sabía esperar ansiosamente. Porque antes de vos yo no escuchaba ese estúpido y pendejo grupo musical en inglés. Porque antes de vos yo hacía sudokus, tomaba té y tenía citas que me mantenían en el presente puro…
Mañana nuestra despedida volverá a ser lenta. Antes de terminar nuestro susurrarás en mi oído, no me dejes ir, y yo pensaré por un segundo si fuera verdad que en serio te quedarías. Más, no diré nada de lo que quiero decir porque con vos me muero de miedo, porque no quiero desbaratar nada de lo que tenemos, pero sobretodo porque yo no sé como ser fuera de estas cuatro paredes, porque no sé si te gustará salir a devorarte todos los restaurantes y bares de la ciudad como me gusta a mí, no sé si te gustará ir a los conciertos para saltar y cantar rabiosamente, porque no sé si todo el despliegue de producción que hacés cada vez que nos vemos lo harás día tras día, porque no quiero que sepas como tiemblo cuando recibo tus corazones por whasapp y me quedo mirando la pantalla porque no sé qué responder, entonces minutos después llamás, ¿ché, pasa algo?, y te invento que estaba ocupada, clavando algún puñal, y vos arremetés con esa voz que me mata, te extraño, entonces duele saber que estás, en algún lugar de Santiago estás muy cercano a mí, pero a la vez tampoco estás, entonces te lanzo todo mi repertorio de chistes malos hasta lograr que te rías, cuando lo que quiero decirte es que te echo de menos, que ya quiero que sea ese mañana en el que te vea y juguemos a lo de siempre, a tenerme como una desquiciada por vos y hacer que el círculo siga gira que gira, extendiéndose un rato más, sólo un poco más, hasta que algo, no se qué, algo nos pase.
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